sábado, 5 de noviembre de 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

     “Quedaba el vino. Pero el vino que yo había concebido, pacientemente, buscando aquí y allá, ensamblando conocimientos concretos, y confiando en la nada de la imaginación también tenía que ver con ella. No podía seguir ocultándomelo. Era un vino pensado para ella, espléndido, inconfundible, para que algún día ella lo acercara a sus labios, lo catara con entendimiento, lo apreciara y pensara en mí. Con alegría. Y con curiosidad. Y con una ternura suficiente.
     Y me buscara.
     No podía seguir ocultándome que esa esperanza había sido mi única, verdadera, compañía.”

“Vino”
Luisa Etxenike

lunes, 31 de octubre de 2011

Visiones de Arbórea #250110

     “Ya en Lúzaro nadie quiere ser marino; los muchachos de familias acomodadas se hacen ingenieros o médicos. Los vascos se retiran del mar.
     ¡Oh, gallardas arboladuras! ¡Velas blancas, muy blancas! ¡Fragatas airosas, con su proa levantada y su mascarón en el tajamar! ¡Redondas urcas, veleros bergantines! ¡Qué pena me da el pensar que vais a desaparecer, que ya no os volveré a ver más!
     Sí, yo me alegro de que mis hijos no quieran ser marinos… y, sin embargo…”

“Las inquietudes de Shanti Andía”
Pío Baroja

domingo, 30 de octubre de 2011

Sonnenfinsternis #031005

“Unos hombres cambian de esposa. Otros cambian de coche. Algunos, hasta de sexo. Lo importante de la crisis de la mediana edad es demostrar que uno continúa siendo joven haciendo algo sorprendentemente. «Diferente», por supuesto, es un término relativo: un hombre que está sumido en esa crisis por lo general hace lo mismo que cualquier otro hombre; después de todo, por eso se sabe que es la crisis de la mediana edad. Sin embargo, la mía fue algo distinta. Tenía la edad adecuada, estaba en la situación adecuada (divorciándome de mi primera mujer) y pasando por las habituales incertidumbres de la mediana edad: ¿qué hago en medio de todo esto? Sin embargo, yo lo hice a mi manera. Aprendí checo.”

“El refugio de la memoria”
Tony Judt

In-Quietud #161105

miércoles, 26 de octubre de 2011

(Sobre mayo del 68) “Volviendo la vista atrás, no puedo evitar pensar que perdimos una oportunidad. ¿Marxistas? Entonces, ¿por qué no estábamos en Varsovia debatiendo los últimos restos del revisionismo comunista con el gran Leszek Kolakowski y sus alumnos? ¿Rebeldes? ¿De qué causa? ¿A qué precio? Incluso los pocos valientes conocidos míos que tuvieron la mala suerte de pasar una noche presos estuvieron por lo general de vuelta en casa para la hora de comer. ¿Qué sabíamos nosotros del valor que hacía falta para aguantar semanas de interrogatorios en las cárceles de Varsovia, seguidos de sentencias de prisión de uno, dos o tres años a estudiantes que se habían atrevido a pedir las cosas que nosotros dábamos por descontadas?
     A pesar de todas nuestras grandilocuentes teorías sobre la historia, no fuimos capaces de darnos cuenta entonces de que nos hallábamos ante uno de sus momentos cruciales. Fue en Praga y en Varsovia, en aquellos meses del verano de 1968, donde el marxismo terminó consigo mismo. Fueron los estudiantes rebeldes de Europa central quienes acabaron por minar, desacreditar y derrocar no solo un par de deteriorados regímenes comunistas, sino también la idea misma del comunismo. Si nos hubiéramos preocupados un poco más por el destino de las ideas que manipulábamos con tanta palabrería, quizá habríamos prestado más atención a las acciones y a las opiniones de quienes se habrían criado bajo su sombra.
     Nadie debiera sentirse culpable por haber nacido en el lugar adecuado en el momento oportuno. En Occidente fuimos una generación afortunada. No cambiamos el mundo; más bien el mundo, servicialmente, cambió para nosotros. Todo parecía posible: a diferencia de los jóvenes de hoy, nunca dudamos de que tendríamos un trabajo interesante, así que no sentimos la necesidad de desperdiciar nuestro tiempo en algo tan degradante como una escuela de negocios. Muchos de nosotros acabamos trabajando en la educación o en el servicio público. Dedicamos nuestras energías a hablar de lo que no funcionaba en el mundo y cómo cambiarlo. Protestamos contra las cosas que no nos gustaban, y estuvo bien que lo hiciéramos. Al menos desde nuestro punto de vista fuimos una generación revolucionaria. La lástima es que nos perdimos la revolución.”

“El refugio de la memoria”
Tony Judt

Bicho

martes, 25 de octubre de 2011

“¿Por qué algo de esa naturaleza (la intelectualidad) consigue mucho más respeto en París? Es difícil de imaginar a un director americano o inglés haciendo un film como Mi noche con Maud (1969), de Éric Rohmer, en el que Jean-Louis Trintignant, durante más de dos horas, no acaba de decidir si se acostará o no con Françoise Fabian, invocando en ese proceso todo tipo de cuestiones, desde la apuesta de Pascal acerca de la existencia de Dios hasta la dialéctica de la revolución leninista. Aquí, como en tantas otras películas francesas, la indecisión, más que la acción, es la que impulsa la trama. Un director italiano habría añadido sexo. Un director alemán habría añadido política. Para los franceses, con las ideas es suficiente.”

“El refugio de la memoria”
Tony Judt

jueves, 13 de octubre de 2011

sábado, 3 de septiembre de 2011

“En el calor de la pelea, y tratándose de matar enemigos, yo era insensible hasta en mis propias heridas; pero concluida, y reflexionando a sangre fría la falta de unos de mis valientes y el padecer de otros, no dejaba de afectar mi sensibilidad, y aun me lamentaba de los padecimientos de mis contrarios, arrastrados a un fin tan lastimoso por la desdichada ambición de su emperador.”

Memorias de un guerrillero (1808-1814)
Francisco Espoz y Mina

jueves, 1 de septiembre de 2011

Quietud #020811


“La institutriz se levantó y vio a las cuatro chicas alejarse en dirección al arroyo. Miranda caminaba un poco por delante de las demás, deslizándose entre las altas hierbas que acariciaban su falda; la seguían Marion e Irma, cogidas del brazo, y Edith cerraba la marcha, tropezando cada pocos pasos. Cuando alcanzaron la mata de juncos que delimitaba el lugar en que la corriente cambiaba de curso, Miranda se detuvo, volvió su magnífico rostro, y sonrió gravemente a Mademoiselle, que le devolvió la sonrisa. Y luego se quedó allí, sonriendo y saludando, hasta que las niñas se perdieron de vista tras girar en la curva.
Mon Dieu... —exclamó mirando al vacio—. ¡Ahora me he dado cuenta!”

“Picnic en Hanging Rock”
Joan Lindsay

lunes, 4 de julio de 2011

In-Quietud #210611[1]

“Como auténtico viajero, nada lo puede decepcionar. Como Goethe, se dice: el disgusto también forma parte de la vida. «Las costumbres de países extranjeros me producen placer sólo por su diversidad. Cada costumbre tiene su razón de ser. Me da igual que me sirvan en platos de estaño, de madera o de arcilla, que la carne esté hervida o asada, caliente o fría, con mantequilla o con aceite, que me den aceitunas o nueces». Y el viejo relativista se avergüenza de sus compatriotas, prisioneros de la ilusión de que deben criticar toda costumbre extranjera que no coincida con las suyas tan pronto salen de su pueblo, de su elemento. En el extranjero Montaigne quiere ver lo extranjero —«no busco un gascón en Sicilia, ya tengo bastantes en casa»— y procura evitar a sus compatriotas, a quienes conoce hasta la saciedad. Quiere juzgar, no prejuzgar. Entre otras cosas, Montaigne nos enseña también a viajar.”

Montaigne
Stephan Zweig

jueves, 23 de junio de 2011

Grün #210611

“El proyeccionista enseñaba el proyector a los niños, que daban vueltas alrededor del coche del hombre igual que peonzas, con los ojos llenos de entusiasmo y sin apartar la vista del aparato ni por un momento. Alguno ya había dicho que de mayor quería ser proyeccionista, así viajaría en coche de un lado a otro y vería todas las películas”.

Purga
Sofi Oksanen

sábado, 7 de mayo de 2011

lunes, 2 de mayo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

“El culto a la dama de los trovadores fue una tentativa de transgredir los límites entre ambos géneros. Su objetivo: situar lo femenino al lado de lo masculino. Lo consiguió reuniendo todos los impulsos poéticos (y también musicales) con los que la sociedad rechazó lo cotidiano, lo perecedero, lo fugitivo. Y lo hizo mediante imágenes poéticas, signos, gestos, es decir, alimentando un imaginario social. Ese imaginario es un arte de seducción, el amor cortés, un juego de asedio y conquista a la dama. Obsérvese: los términos proceden del lenguaje militar, perfectamente adaptado para los objetivos de un sofisticado grupo de poetas y novelistas. Un arte, una fiesta con sus ritos, sus emblemas, sus vestidos. La mujer acepta ese juego componiendo su auténtica silueta; se muestra, he aquí un valor de Europa frente a otras culturas que tienen como valor ocultar a sus mujeres.”

Europa: Las claves de su historia
José Enrique Ruiz-Domènec

miércoles, 9 de marzo de 2011

“El gesto de los Reyes Magos construyó Europa. La costumbre de celebrar la Navidad el 25 de diciembre se instauró el año 353 bajo el papa Liberio, posiblemente para absorber el festival del nacimiento de Mitra de la roca madre, al comienzo del solsticio de invierno, y de ese modo Cristo podría ser reconocido como el sol naciente. El mejor complemento de esa idea es que unos sabios de Oriente se postraran ante el nuevo Rey del mundo. El mejor día para hacer la visita era el 6 de enero, ya que en Alejandría, la capital cultural de la época, era la fecha de la presentación del nuevo Aion a Core, la virgen, identificada con Isis, de quien la brillante estrella Sirius, elevándose en el horizonte, había sido durante milenios el signo esperado.
       Entre el 25 de diciembre y el 6 de enero se detiene el tiempo lineal para regresar al tiempo cíclico, al eterno retorno de un hecho que fundamenta la razón de ser de Europa. Tiempo de paz, de reuniones familiares, de voluntad de mejora, de regeneración. La noche que antecede al 25 de diciembre, nochebuena, marca el punto de partida de un ritual que, al cabo, celebra el encuentro entre Oriente y Occidente.”

Europa: Las claves de su historia
José Enrique Ruiz-Domènec

lunes, 14 de febrero de 2011

Atraktion #070210

«Cuando te hallas en ese lugar del círculo donde principio y fin se encuentran, no puedes evitar dirigir la mirada a lo que acaba de completarse y a todas esas pequeñas cosas que amaste y que hicieron que valiera la pena: la epifanía del último instante, el alivio tras el dolor, el consuelo del pasado, la vieja butaca de tu escritorio, el momento de cargar la máquina de escribir, los recuerdos sazonados por el tiempo, una ventana que mira a la del vecino de enfrente, la seguridad que brinda toda experiencia profunda, la satisfacción que no deriva del mal de nadie, el momento de desplegar un periódico, la entropía del amor, sintonizar una radio, contemplar a jovencitas que te saben demasiado mayor como para entrañar peligro, el placer de las cosas que encajan, el sacramento egoísta del perdón, las vibraciones de Greenwich Village, el fieltro de un buen Borsalino, el pecado con todas sus implicaciones, el momento de recoger el correo, el tintineo de las llaves de casa, un buen tabaco, un enérgico apretón de manos, el consuelo de racionalizar la culpa, los limpiabotas, el solemne olor almizclado de las bibliotecas, las respuestas a preguntas que no debieron formularse, esa pieza musical oída por vez primera, una pareja joven abrazándose en su dolor, el acicate de la insatisfacción edípica, cartas perfumadas aún no abiertas que se franquearon en un lugar lejano, el consuelo de la religión, la sinuosa curva de su cintura, el optimismo de los viajes en avión, el goce con el fracaso ajeno, las travesías transatlánticas, la ubicuidad de los aforismos, el calvados, el regusto utópico de las teorías políticas, el sudor que llega tras el esfuerzo, el ansia de no saber aún si será éxito o fracaso, las bailarinas de ballet clásico, escuchar conversaciones ajenas, los supermercados extranjeros, ese primer sorbo de una cerveza bien fría, la libertad de los taxis, la ambición recién concebida, tu primera visita al sastre, las libretas sin estrenar, imaginar el primer beso, el olor a hamburguesa y a caña de azúcar recién cortada, la pubertad y sus eflorescentes complejidades, la vieja Manila, el susurro de un lápiz al sacarle punta, el tañido de una campana, la voz de tu madre llamándote para cenar, leer en voz alta con esmero, el viento frío en las mejillas y los cambios de piñón en la bicicleta, los retos aún no asumidos, elegir un sabor a través del cristal esmerilado y embobarte viendo cómo te colocan la bola sobre el cucurucho, las carreras que echabas en la casa de tu infancia, la implacable fantasía, las motas de polvo revoloteando entre los rayos de sol al despertar de la siesta, el aroma rotundo del champú, oír a alguien cantar tu nombre, ver rostros a los que la vida pronto adjudicará sentido, el calor, descubrir tu primera palabra, vivir en la inconsciencia de no saber aún que algún día habría una última.»

"Ilustrado"
Miguel Syjuco

Stühle #070210

«...Yo le enseñé las cosas importantes de la vida, ¿sabes?. Por ejemplo, que el instante anterior a que algo quede enfocado por el objetivo es más estimulante que toda certeza definida. Harías bien apuntándolo en tu libreta. La fotografía, hijo, ilustra el paso del tiempo. Captarlo es el objetivo de la literatura. La intemporalidad es tarea de la música y la pintura. Pero una buena fotografía retiene el tiempo de la misma manera que un jarrón retiene el agua. Cuando el agua se evapora, queda el jarrón como testimonio. Lo que separa una instantánea cualquiera de una obra maestra es que esta última es metáfora de la paciencia...»

"Ilustrado"
Miguel Syjuco

viernes, 14 de enero de 2011

Visiones de Arbórea #130111

       ˝La primera mujer fue la mayor responsable de librarse a sí misma y a su hombre del previsible aburrimiento del Paraíso eterno, y salvó por añadidura a toda la humanidad de su inexistencia.
      
       La humanidad existe porque a alguien se le ocurrió transgredir una norma, cuestionar un mandato, desconfiar de una palabra, desobedecer una regla.˝

Shimriti
Jorge Bucay

Nebel #140111

martes, 11 de enero de 2011

"Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.        De la punta de cada rama, como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro, señalado y rutilante. Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta, y otro higo era un brillante profesor, y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora, y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales, y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo, y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.        Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba allí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies."


"La campana de cristal"
Sylvia Plath