domingo, 2 de diciembre de 2012

“–No soy una portera fisgona –prosiguió el comisario Vázquez con voz pausada–. No meto las narices en sus pestilentes vidas privadas para enterarme si son cornudos, homosexuales o proxenetas. Investigo tres homicidios y una tentativa. Por ello pido, exijo, la colaboración de todos. Estoy dispuesto a ser comprensivo y respetuoso, a saltarme las formalidades, la rutina, todo cuanto sea menester para no importunarle más de la cuenta. Pero no abusen ni me irriten ni me obliguen a usar de mi autoridad, porque les pesará. Ya estoy harto, ¿lo entiende usted?, ¡harto!, de ser el hazmerreír de todos los señoritos mierdas de Barcelona; de que el Lepprince de los cojones me de pastelitos y copitas de vino dulce como si estuviésemos celebrando su primera comunión. Y ahora viene usted, un pelanas, muy satisfecho de sí mismo porque menea el rabo y le tiran piltrafas en los salones de la buena sociedad, y quiere imitar a sus amos y hacerse el gracioso delante de mí, ponerme en ridículo, como si fuera la criada de todos, en lugar de ser lo que soy y hacer lo que hago: velar por su seguridad. Son ustedes idiotas, ¿sabe?, más idiotas que las vacas de mi pueblo, porque al menos ellas saben hasta dónde pueden llegar y dónde tienen que pararse. ¿Quiere un consejo, Miranda? Cuando me vea entrar en una habitación, aunque sea el comedor de Lepprince, no siga comiendo como si hubiera entrado un perro: límpiese los morros y levántese. Me ha entendido, ¿verdad?”
Pág. 257-258

“Cortabanyes tenía razón cuando me desengañaba: los ricos sólo se preocupan de sí mismos. Su amabilidad su cariño y sus muestras de interés son espejismos. Hay que ser un necio para confiar en la perdurabilidad de su afecto. Y esto sucede, porque los vínculos que pueden existir entre un rico y un pobre no son recíprocos. El rico no necesita al pobre: siempre que quiera lo sustituirá.”
Pág. 270


“La verdad sobre el caso Savolta”
Eduardo Mendoza

lunes, 26 de noviembre de 2012

jueves, 22 de noviembre de 2012

“Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio.”

“La carretera”
Cormac McCarthy
Trad.  Luis Murillo Fort

martes, 20 de noviembre de 2012

miércoles, 17 de octubre de 2012

Si un fotógrafo se preocupa por la gente antes que por los objetivos y la composición, obtiene más. Es el fotógrafo, no la cámara, el instrumento

Eve Arnold

In-Quietud #171012


martes, 9 de octubre de 2012

“... cada república es según la naturaleza o la voluntad del que la gobierna; así, no encuentra acogida la libertad, en ninguna otra forma de ciudad que no sea aquella en la que la potestad suprema es del
pueblo, y, ciertamente, ninguna más agradable que ella puede haber, pues, si no es justa, tampoco hay libertad.”

“Sobre la  República”
Cicerón

jueves, 27 de septiembre de 2012

lunes, 10 de septiembre de 2012

“Como un profano, se admiraba entonces él de que hubiese personas que sin esfuerzo pudieran llenar en pocas horas un par de páginas con fantásticas creaciones, trayendo al mundo algo que antes no había sido visto ni oído y que a partir de ese momento tendría efectiva vida propia”

La novela de la ópera
Franz Werfel

domingo, 19 de agosto de 2012

jueves, 19 de julio de 2012


“No leemos solo con los ojos. Leemos con las manos, con el cuerpo todo, que adopta una u otra postura según el género y la intención. La revolución digital ha roto el antiguo lazo entre los textos (las obras) y los objetos (los libros). Esto cambia la forma en que leemos. ¿Cómo? En la lectura digital jamás nos encontramos ante la obra entera. No tenemos experiencia sensible de su totalidad. La lectura a saltos y brincos de la que hablaba Montaigne al referirse al libro códice no es equivalente a la fragmentación que nos propone la pantalla luminosa o de tinta electrónica. En el libro digital, avanzamos solo en el tiempo, nunca en el espacio exteriorizado de la materialidad.”

Julieta Lionetti
“Usted ya no lee ni escribe como antes”
El Pais,  martes 17 de julio de 2012

InQuietud #190712


martes, 24 de abril de 2012

“Y entonces sentí un gran deseo de comunicar la paz o la felicidad, esa peligrosa palabra que no debe pronunciarse y que de pronto había llegado a mí. Pero sólo se me ocurrió apretarle la mano. Lo hice una sola vez, y casi al instante él me devolvió el apretón: y lo hizo dos veces. Los dos mirábamos hacia el cielo casi blanco, y con otro apretón de manos volví a decirle que le quería. Me respondió de la misma forma. Creo que nunca, ni antes ni después, he mantenido con nadie una conversación más íntima, más explícita. Ni tan bella.”

“Paraíso inhabitado”
Ana María Matute

martes, 17 de abril de 2012

lunes, 9 de abril de 2012

“Esa tumba desierta es, por el contrario, la gloria y al mismo su inutilidad; encierra el sentido de una vida que empuña la espada por la fe en una nueva bandera, en lugar de ponerse al servicio de las guerras principescas locales, de las peleas de familia, y encierra también el gran vacío que se perfila detrás de cada cabalgada gloriosa y cada bandera al viento, o sea el fondo infinito e insensato del cielo, contra el cual se recorta, en el film de la historia universal, el ejército a caballo de los hombres llamados a morir...

...Cierto que a Latour también lo engañaron, porque Napoleón lo sacrificaba en beneficio de sus propias ambiciones, junto con los centenares de miles de hombres que estaba dispuesto, como dijo cínicamente a Metternich, a hacer morir por alcanzar su éxito. Pero la mezquindad subjetiva de Napoleón no impedía que, bajo su banderas, se recogiera la grandeza de una auténtica aunque pronto adulterada revolución.”

“El Danubio”
Claudio Magris

sábado, 7 de abril de 2012

Visiones de Arbórea #250312


“Bien pobres son los que necesitan mitos. Aquí los dioses sirven de lecho o de hito al curso de los días. Describo y digo: «He aquí esto que es rojo, que es azul, que es verde. Éstos son el mar, la montaña, las flores». Y ¿qué necesidad tengo de hablar de Dionisos para decir que me gusta aplastar bajo mis narices las drupas de lentisco? ¿Fue, en verdad, dedicado a Deméter ese antiguo himno que más tarde recordaré sin esfuerzo: «Dichoso aquel entre los vivos de la tierra que vio estas cosas»? Ver, y ver sobre la tierra, ¿cómo olvidar la lección? En los misterios de Eleusis, bastaba contemplar. Aquí mismo, sé que nunca me aproximaré suficientemente al mundo. Necesito estar desnudo y hundirme luego en el mar, perfumado todavía por las esencias de la tierra, lavarlas en él y atar sobre mi piel el abrazo por el cual suspiran, labio a labio, desde hace tiempo, la tierra y el mar. Inmerso en el agua, sobreviene el escalofrío, la subienda de una liga fría y opaca; la zambullida, luego, con el zumbido de los oídos, la nariz manante y la boca amarga —nadar: sacar del mar los brazos barnizados de agua para que se doren al sol y sumirlos de nuevo en una torsión de todos los músculos; el curso del agua sobre mi cuerpo, esa tumultuosa posesión de la onda por mis piernas— y la ausencia de horizonte. En la playa, es la caída sobre la arena, abandonado al mundo, de vuelta a mi peso de carne y huesos, embrutecido de sol, teniendo, de vez en cuando, una mirada para mis brazos en donde las charcas de piel seca descubren, al deslizarse al agua, el vello rubio y el polvillo de sal.”

“Bodas de Tipasa”
Albert Camus

jueves, 12 de enero de 2012

lunes, 9 de enero de 2012

“Siempre que Elia iba a verlo, Domenico lo invitaba a sentarse en la gran terraza. Pedía que les llevaran unas rebanadas de pan blanco y una botella de aceite de sus olivares, y tío y sobrino saboreaban aquel delicioso néctar con auténtico fervor.
—Es oro puro —aseguraba Domenico—. Los que dicen que somos pobres nunca han probado un trozo de pan empapado en aceite de nuestra tierra. Es como saborear estas colinas. Sabe a piedra y sol. Reluce. Es hermoso, espeso, untuoso. El aceite de oliva es la sangre de nuestra tierra. Y los que nos llaman palurdos deberían ver la sangre que corre por nuestras venas. Es dulce y generosa. Porque eso es lo que somos: palurdos de pura sangre. Unos muertos de hambre con la cara curtida por el sol y las manos callosas, pero la mirada franca. Observa la aridez de la tierra que nos rodea y saborea la riqueza de este aceite. Entre la una y el otro, está el trabajo de los hombres. Y nuestro aceite lo sabe. Conoce el sudor de nuestra gente. Las callosas manos de nuestras mujeres, que recogen la aceituna. Sí. Y es noble. Por eso es tan bueno. Puede que seamos unos muertos de hambre y unos ignorantes, pero hemos sacado aceite de las piedras, y por haber hecho tanto con tan poco, seremos salvados. Dios sabe recompensar el esfuerzo. Y nuestro aceite de oliva será nuestro mejor abogado.
Elia no dijo nada. Pero aquella terraza que dominaba las colinas, aquella terraza en la que a su tío le gustaba sentarse, era el único sitio del mundo donde se sentía vivo. Allí podía respirar.”

“El sol de los Scorta”
Laurent Gaudé