lunes, 4 de julio de 2011

In-Quietud #210611[1]

“Como auténtico viajero, nada lo puede decepcionar. Como Goethe, se dice: el disgusto también forma parte de la vida. «Las costumbres de países extranjeros me producen placer sólo por su diversidad. Cada costumbre tiene su razón de ser. Me da igual que me sirvan en platos de estaño, de madera o de arcilla, que la carne esté hervida o asada, caliente o fría, con mantequilla o con aceite, que me den aceitunas o nueces». Y el viejo relativista se avergüenza de sus compatriotas, prisioneros de la ilusión de que deben criticar toda costumbre extranjera que no coincida con las suyas tan pronto salen de su pueblo, de su elemento. En el extranjero Montaigne quiere ver lo extranjero —«no busco un gascón en Sicilia, ya tengo bastantes en casa»— y procura evitar a sus compatriotas, a quienes conoce hasta la saciedad. Quiere juzgar, no prejuzgar. Entre otras cosas, Montaigne nos enseña también a viajar.”

Montaigne
Stephan Zweig