martes, 24 de abril de 2012

“Y entonces sentí un gran deseo de comunicar la paz o la felicidad, esa peligrosa palabra que no debe pronunciarse y que de pronto había llegado a mí. Pero sólo se me ocurrió apretarle la mano. Lo hice una sola vez, y casi al instante él me devolvió el apretón: y lo hizo dos veces. Los dos mirábamos hacia el cielo casi blanco, y con otro apretón de manos volví a decirle que le quería. Me respondió de la misma forma. Creo que nunca, ni antes ni después, he mantenido con nadie una conversación más íntima, más explícita. Ni tan bella.”

“Paraíso inhabitado”
Ana María Matute

martes, 17 de abril de 2012

lunes, 9 de abril de 2012

“Esa tumba desierta es, por el contrario, la gloria y al mismo su inutilidad; encierra el sentido de una vida que empuña la espada por la fe en una nueva bandera, en lugar de ponerse al servicio de las guerras principescas locales, de las peleas de familia, y encierra también el gran vacío que se perfila detrás de cada cabalgada gloriosa y cada bandera al viento, o sea el fondo infinito e insensato del cielo, contra el cual se recorta, en el film de la historia universal, el ejército a caballo de los hombres llamados a morir...

...Cierto que a Latour también lo engañaron, porque Napoleón lo sacrificaba en beneficio de sus propias ambiciones, junto con los centenares de miles de hombres que estaba dispuesto, como dijo cínicamente a Metternich, a hacer morir por alcanzar su éxito. Pero la mezquindad subjetiva de Napoleón no impedía que, bajo su banderas, se recogiera la grandeza de una auténtica aunque pronto adulterada revolución.”

“El Danubio”
Claudio Magris

sábado, 7 de abril de 2012

Visiones de Arbórea #250312


“Bien pobres son los que necesitan mitos. Aquí los dioses sirven de lecho o de hito al curso de los días. Describo y digo: «He aquí esto que es rojo, que es azul, que es verde. Éstos son el mar, la montaña, las flores». Y ¿qué necesidad tengo de hablar de Dionisos para decir que me gusta aplastar bajo mis narices las drupas de lentisco? ¿Fue, en verdad, dedicado a Deméter ese antiguo himno que más tarde recordaré sin esfuerzo: «Dichoso aquel entre los vivos de la tierra que vio estas cosas»? Ver, y ver sobre la tierra, ¿cómo olvidar la lección? En los misterios de Eleusis, bastaba contemplar. Aquí mismo, sé que nunca me aproximaré suficientemente al mundo. Necesito estar desnudo y hundirme luego en el mar, perfumado todavía por las esencias de la tierra, lavarlas en él y atar sobre mi piel el abrazo por el cual suspiran, labio a labio, desde hace tiempo, la tierra y el mar. Inmerso en el agua, sobreviene el escalofrío, la subienda de una liga fría y opaca; la zambullida, luego, con el zumbido de los oídos, la nariz manante y la boca amarga —nadar: sacar del mar los brazos barnizados de agua para que se doren al sol y sumirlos de nuevo en una torsión de todos los músculos; el curso del agua sobre mi cuerpo, esa tumultuosa posesión de la onda por mis piernas— y la ausencia de horizonte. En la playa, es la caída sobre la arena, abandonado al mundo, de vuelta a mi peso de carne y huesos, embrutecido de sol, teniendo, de vez en cuando, una mirada para mis brazos en donde las charcas de piel seca descubren, al deslizarse al agua, el vello rubio y el polvillo de sal.”

“Bodas de Tipasa”
Albert Camus