lunes, 14 de febrero de 2011

Atraktion #070210

«Cuando te hallas en ese lugar del círculo donde principio y fin se encuentran, no puedes evitar dirigir la mirada a lo que acaba de completarse y a todas esas pequeñas cosas que amaste y que hicieron que valiera la pena: la epifanía del último instante, el alivio tras el dolor, el consuelo del pasado, la vieja butaca de tu escritorio, el momento de cargar la máquina de escribir, los recuerdos sazonados por el tiempo, una ventana que mira a la del vecino de enfrente, la seguridad que brinda toda experiencia profunda, la satisfacción que no deriva del mal de nadie, el momento de desplegar un periódico, la entropía del amor, sintonizar una radio, contemplar a jovencitas que te saben demasiado mayor como para entrañar peligro, el placer de las cosas que encajan, el sacramento egoísta del perdón, las vibraciones de Greenwich Village, el fieltro de un buen Borsalino, el pecado con todas sus implicaciones, el momento de recoger el correo, el tintineo de las llaves de casa, un buen tabaco, un enérgico apretón de manos, el consuelo de racionalizar la culpa, los limpiabotas, el solemne olor almizclado de las bibliotecas, las respuestas a preguntas que no debieron formularse, esa pieza musical oída por vez primera, una pareja joven abrazándose en su dolor, el acicate de la insatisfacción edípica, cartas perfumadas aún no abiertas que se franquearon en un lugar lejano, el consuelo de la religión, la sinuosa curva de su cintura, el optimismo de los viajes en avión, el goce con el fracaso ajeno, las travesías transatlánticas, la ubicuidad de los aforismos, el calvados, el regusto utópico de las teorías políticas, el sudor que llega tras el esfuerzo, el ansia de no saber aún si será éxito o fracaso, las bailarinas de ballet clásico, escuchar conversaciones ajenas, los supermercados extranjeros, ese primer sorbo de una cerveza bien fría, la libertad de los taxis, la ambición recién concebida, tu primera visita al sastre, las libretas sin estrenar, imaginar el primer beso, el olor a hamburguesa y a caña de azúcar recién cortada, la pubertad y sus eflorescentes complejidades, la vieja Manila, el susurro de un lápiz al sacarle punta, el tañido de una campana, la voz de tu madre llamándote para cenar, leer en voz alta con esmero, el viento frío en las mejillas y los cambios de piñón en la bicicleta, los retos aún no asumidos, elegir un sabor a través del cristal esmerilado y embobarte viendo cómo te colocan la bola sobre el cucurucho, las carreras que echabas en la casa de tu infancia, la implacable fantasía, las motas de polvo revoloteando entre los rayos de sol al despertar de la siesta, el aroma rotundo del champú, oír a alguien cantar tu nombre, ver rostros a los que la vida pronto adjudicará sentido, el calor, descubrir tu primera palabra, vivir en la inconsciencia de no saber aún que algún día habría una última.»

"Ilustrado"
Miguel Syjuco

Stühle #070210

«...Yo le enseñé las cosas importantes de la vida, ¿sabes?. Por ejemplo, que el instante anterior a que algo quede enfocado por el objetivo es más estimulante que toda certeza definida. Harías bien apuntándolo en tu libreta. La fotografía, hijo, ilustra el paso del tiempo. Captarlo es el objetivo de la literatura. La intemporalidad es tarea de la música y la pintura. Pero una buena fotografía retiene el tiempo de la misma manera que un jarrón retiene el agua. Cuando el agua se evapora, queda el jarrón como testimonio. Lo que separa una instantánea cualquiera de una obra maestra es que esta última es metáfora de la paciencia...»

"Ilustrado"
Miguel Syjuco