sábado, 3 de septiembre de 2011

“En el calor de la pelea, y tratándose de matar enemigos, yo era insensible hasta en mis propias heridas; pero concluida, y reflexionando a sangre fría la falta de unos de mis valientes y el padecer de otros, no dejaba de afectar mi sensibilidad, y aun me lamentaba de los padecimientos de mis contrarios, arrastrados a un fin tan lastimoso por la desdichada ambición de su emperador.”

Memorias de un guerrillero (1808-1814)
Francisco Espoz y Mina

jueves, 1 de septiembre de 2011

Quietud #020811


“La institutriz se levantó y vio a las cuatro chicas alejarse en dirección al arroyo. Miranda caminaba un poco por delante de las demás, deslizándose entre las altas hierbas que acariciaban su falda; la seguían Marion e Irma, cogidas del brazo, y Edith cerraba la marcha, tropezando cada pocos pasos. Cuando alcanzaron la mata de juncos que delimitaba el lugar en que la corriente cambiaba de curso, Miranda se detuvo, volvió su magnífico rostro, y sonrió gravemente a Mademoiselle, que le devolvió la sonrisa. Y luego se quedó allí, sonriendo y saludando, hasta que las niñas se perdieron de vista tras girar en la curva.
Mon Dieu... —exclamó mirando al vacio—. ¡Ahora me he dado cuenta!”

“Picnic en Hanging Rock”
Joan Lindsay