jueves, 5 de septiembre de 2013

“NOMBRE

Se desconoce el significado exacto del nombre de Europa, pese a ser un nombre familiar, íntimo, entrañable, querido, aunque a veces también odiado. Se busca su etimología, sin suerte. Hace tres mil años, los antiguos asirios llamaron Ereb a las montañas, valles y llanuras del extremo occidental de la masa continental euroasiática. Siglos más tarde Hesíodo, un agricultor de Beocia que escribía poesía, asoció el adjetivo eurus, largo, al sustantivo ops, mirada. Se contó entonces la historia de la hija del rey Agenor de Tiro, en Fenicia, el actual Líbano, llamada Europa; su rapto por Zeus bajo la apariencia de un toro y su traslado forzoso a Creta. Este mito se asocia a un rito de fertilidad solar y a la importancia del Minotauro en los palacios de Cnossos. La cultura que difunde esas ideas se atribuye el poder sobre la denominación de las cosas que ve; lo que, en la Biblia, Dios le otorga a Adán en el Edén. La magia de poner un nombre a un territorio, una persona, un animal o una planta es una manera de imitar a la divinidad.
       Nombrar Europa significa participar del mito, aceptarlo como metáfora fundacional. Lo hizo Horacio en la oda A Galatea al transformar el rapto en el relato de una seducción; o Angelo Poliziano* al recrear la escena para el círculo de Lorenzo el Magnífico. Por pequeño que fuera el trozo de tierra que esperaba a la hija de Agenor, la felicidad de saberse la elegida del dios tuvo la función de sostener el nacimiento de un mundo que en su honor se llamará Europa. Así, gracias al mito, la tierra de poniente dejaba de ser una frontera para convertirse en le hogar de la gran madre fenicia. Pero hubo que esperar todavía unos años, a la desaparición del Imperio Romano de Occidente, para que se perfilara definitivamente su realidad histórica.
       Europa, tierra mestiza de encuentros entre romanos, germanos, eslavos, celtas y pueblos de las estepas, superó los obstáculos de unos tiempos convulsos y creó un espacio político y cultural. Con Beda, el Venerable, en el siglo VII, era mucho más que un nombre: era la tierra del padre con la que el monje se sintió espiritualmente identificado. Se comenzó a buscarle un color.”

“Europa. Las claves de su historia”
José Enrique Ruiz-Domènec



* Desnudo al pie lo lleva recogido
Porque el agua del mar no se lo bañe
y con aire de miedo y desconsuelo,
llamar parece en vano a sus amigas
que, en medio del verdor y de las flores,
dolientes lloran todas a Europa.
«¡Europa!», oye la playa, «¡Europa, vuelve!»;
y el toro, mientras nada, el pie le besa.

Angelo Poliziano

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