lunes, 16 de septiembre de 2013

“COLOR

Azul es el color de Europa. Lo ha sido siempre; salvo en los siglos donde perduraba el rechazo hacia él de la cultura romana, que lo consideró el color propio de los bárbaros, «tan fantasmal —escribió Julio Cesar—, que asusta a sus adversarios». Era normal: el dios Wotan aparecía en los relatos como un caminante con sombrero flexible y capa azul. La reconstrucción de la historia del azul permite comprender su estatus de color favorito de más de la mitad de la población europea (le siguen, a distancia, el verde y el rojo), un hecho que tiene una significación profunda. El color es la expresión de una virtud oculta, anotó Marguerite Yourcenar en Los escritos en el jardín: la virtud de una repentina densidad de la vida.
       Azul fue el color elegido por el emperador Enrique II para la capa de coronación el año 1002, hoy en el museo de Bamberg; el color de la bóveda celeste, cuyas constelaciones expresan la voluntad de convertir el universo en la garantía del orden en la Tierra; el azul está presente en las señales heráldicas con flores de lis de los reyes de Francia, en los rosetones de las catedrales, en los ornamenti que tanto agradaban a Guido Cavalcanti. Pero, en los frescos de la capilla Scrovegni, en Padua, el azul devino en un color abstracto, cumpliendo la función del oro en los mosaicos, las miniaturas o las tablas góticas: la función de dirigir al espectador al orden profundo, oculto, inmaterial que fragua las historias sagradas. De ese modo Giotto convirtió el azul en el punto de partida de una exploración del papel del arte en la cultura europea. Para ello debió enfriarlo.
       La pintura moderna prolongó la propuesta. Picasso situó el azul en el centro de una indagación sobre el desenganche de la sociedad europea de sus antiguas lacras, la miseria, la enfermedad y la guerra; Kandinski lo vinculó a la reflexión sobre lo espiritual en el arte y el significado de Der Blaue Reiter (El jinete azul). Después de 1948, el anhelo de paz se enlazó con el azul, pese a que por entonces el rojo era el color de la revolución y el negro el del expresionismo abstracto (baste ver a Rothko); y así se convirtió en el color del consenso, de la unión de lo diverso. Con el azul, Antonioni buscó el misterio de Oberwald; con el azul Kielowski pensó la música que debía acompañar a Europa para superar sus heridas a través del testimonio de una mujer (excelente Juliette Binoche) que guarda en su memoria las notas que su marido había compuesto para celebrar la creación de la Unión Europea.
       El azul fue adoptado por los organismos internacionales: ONU, Unesco, Consejo de Europa y, por supuesto y de modo más relevante, la Unión Europea.”

“Europa: Las claves de su historia”
José Enrique Ruiz-Domènec”

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