lunes, 19 de octubre de 2009

La casa de Guillermo Stein era la casa de la luz: nunca había visto tanta luz en una casa. El barrio de los Stein era un barrio de casas con jardín, un barrio que se asomaba al mar y de los muros de los jardines colgaba un incendio de buganvillas, unas cataratas verdes y blancas de las que saltaban a la calle los jazmines, las glicinias y las hiedras: las callejuelas empinadas del barrio de Guillermo Stein olían mejor que las tiendas de perfumería a las que yo acompañaba a mi abuela, tantos eran los perfumes de las callejuelas empinadas donde vivían los Stein. Y en las aceras había muchos pétalos y hojas verdes y amarillas, como si fuera el Corpus, y eso era por la lluvia, aunque aquella tarde sólo lloviznaba en el barrio de los Stein, por primera vez en muchas semanas sólo lloviznaba, sólo caía una lluvia muy fina y transparente, que apenas si calaba y la lluvia parecía un ejercicio de caligrafía sobre las páginas del aire.


El informe Stein
José Carlos Llop

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