sábado, 12 de enero de 2013

“    —Debería hacerse una idea de la cantidad de dinero ocioso que corre por ahí. No todo pueden ser donaciones a la iglesia que uno elija, mansiones, yates y canódromos pavimentados con oro o lo que sea. No, en cierto momento todo eso se ha acabado, tiene que olvidarse..., y aun así continúa habiendo una inmensa montaña de riquezas sin gastar, que crece día a día, más y más alta, y, ay Dios, qué va a hacer un hombre de negocios con todo eso, no sé si me entiende.
     —Joder, que me lo dé a mi —metió baza Re Ipso—, o a alguien que lo necesite de verdad, porque seguro que hay muchos de ésos.
     —La cosa no funciona así —dijo Scardale Vibe.
     —Por eso la plutocracia no para de quejarse.
     —Por una creencia, muy comprensible, de que el mero hecho de necesitar una suma no significa que se la merezca.
     —Con la salvedad de que, en estos tiempos, la «necesidad» emana directamente de las actividades delictivas de los ricos, así que se «merece» cuanto haga falta para expiarlas. ¿Le ha quedado claro?
     —Usted es socialista, caballero.
     —Como está obligado a serlo cualquiera que no viva aislado por la riqueza y ajeno a las inquietudes del mundo, señor.
     Foley interrumpió el tallado y levantó la vista como si se sintiera interesado y ofendido.
     —Por favor, Re —le reprendió el Profesor—, hemos venido a hablar de electromagnetismo, no de política.
     Vibe se rió tranquilizadoramente.
     —El Profesor teme que usted me ahuyente con comentarios radicales como ése. Pero yo no soy un alma tan sensible; me guío siempre por la Segunda Epístola a los Coríntios.
     Recorrió la mesa con una mirada atenta para evaluar el grado de conocimiento de las Escrituras.
     —Soportar a los necios es inevitable —dijo Re Ipso—, pero no me pida que me alegre por ello.
     Los vigilantes que holgazaneaban junto a la puerta parecieron tensarse. Foley se levantó y se acercó a la ventana. Scardale entrecerró los ojos, sin saber muy bien si interpretar aquellas palabras como una afrenta a su fe.
     Re recogió su sombrero y se levantó.
     —No pasa nada, estaré abajo, en el bar. —Cuando cruzaba la puerta añadió—: Rezando por la sabiduría.”

“Contraluz”
Thomas Pynchon

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